Rosita llegó al aeropuerto de Estocolmo y se llevó la sorpresa de su vida: Neel, el hombre que en  pocas horas se convertiría en su esposo. la esperaba en mitad del bullicio sosteniendo un gran ramo de rosas y tomado del brazo por Violeta, la mujer de quien supuestamente se había divorciado. Eso al menos le decía en las cartas que permanentemente le enviaba a la oficina del Ministerio de Salud donde ella trabajaba.

Desde donde esperaba que sellaran su pasaporte le resultó fácil  reconocerlos. Los dos eran de tipo evidentemente anglosajón: NeeI, alto, acuerpado y bien puesto. Violeta -de quien por curiosidad meses antes,  pidió una foto para conocerla- de cabello rubio, ojos claros, rostro delicado piel blanca y bonita figura. Nunca supo cómo este nombre legó a una sueca y no se atrevió preguntar por temor a pisar terrenos que no le correspondían.

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Una vez le devolvieron el documento y cruzó la puerta de inmigración

la mujer, advirtiendo Su cara de sorpresa, con una sonrisa y un <<well come>>, se apresuro a tomarla del brazo. El gesto, más que una bienvenida le pareció a Rosita una acción premeditada para impedirle escapar.

Cosa que tampoco hubiera intentado, porque desde el momento en que el avión aterrizó y  vio el extraño paisaje de la nieve se sintió atrapada en un mundo desconocido, donde su única posibilidad era aquel hombre que a través de cartas y fotografías, se había convenido en su sueño de amor.

Un año antes había llegado a mi oficina con la misma expectativa de las demás pero con una sinceridad y un apresuramiento que me sorprendió.

-Decidí recurrir a ustedes -me dijo sin siquiera haber terminado de acomodarse en la silla que le ofrecí-, porque me siento una persona inmadura ya a pesar de haber tenido varios novios nunca he sido feliz.

Desde que la vi, pensé en el tipo de mujer que buscaba Neel, un sueco divorciado padre de una niña de cuatro años que quería encontrar una esposa colombiana. Rosita, con sus treinta y cinco años y su 1.65 metros de estatura y su pelo castaño y sedoso a mitad de la espalda, era a candidata ideal.

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Aceptaron escribirse, y después de seis meses de correspondencia y Fotografías, el le propuso matrimonio y le envió los papeles y el pasaje. Rosita habló con sus padres, renunció a su puesto en el Ministerio, tomó cursos intensivos para mejorar su inglés y preparó su Viaje.

Cuando faltaban pocos días para abordar el avión

Recibió un telegrama en el que Neel le suplicaba que no viajara. Semanas después una carta donde le explicaba que su esposa Violeta le había pedido que intentarán salvar su matrimonio, porque su hijita lo extrañaba demasiado. Decepcionada desapareció sin llegar a saber que, semanas más tarde, las cartas de Neel volverían a llegar con regularidad a la oficina donde trabajaba y al apartamento donde vivió.

Cuatro o cinco meses después, cuando me había olvidado de ellos, cambiado mucho  y seguía enviando postales a Colombia sin respuesta alguna. Que yo debía buscar a Rosita e insistir para que volviera  con
éL. Pues ella, Violeta, había comprendido finalmente que donde hay amor no hay espacio para los caprichos.

No fue fácil encontrarla. Luego de una búsqueda intensa, a través de unas amigas suyas, la ubiqué viviendo con sus padres en tina finca del Tolima. Cuando llegué a verla por poco no la reconozco. Estaba muy cambiada: se había cortado el cabello y lucía delgada y pálida.

-Las equivocaciones se pueden enmendar -le dije ante la insistencia de no seguir en lo que ella llamaba un juego-

¡Creamos en Neel!

En la carta de Violeta! y viaja. A regañadientes accedió, pero antes tuvo que someterse a tratamiento para recuperar la figura y el optimismo. Mientras lo hizo, se dedicó a contestar las cartas de Neel sin adjuntarles nuevas fotografías porque su figura no se prestaba para eso.

Tres meses después abordó el avión y en el aeropuerto de Estocolmo la recibieron ellos dos. Lo que pasó luego, me lo contó por escrito.

«Como era fin de semana no utilizaron el metro y vinieron al aeropuerto a recogerme en el automóvil de Violeta. Todo el trayecto hasta el otro extremo de la ciudad donde Neel tenía su apartamento lo hice en el asiento delantero, al lado de ella. Yo estaba muy asustada y la ciudad, más que gris y opaca, me pareció misteriosa, con un extraño olor a miedo. Creo que Violeta o advirtió y quitando su mano del volante tomó una de las mías.

-Van a ser muy felices- me dijo.

Cuando llegamos a una caIle y a un edificio más blanco que todos Los demás, por culpa de la nieve, Neel abrió La portezuela, bajó mis maletas, me dio la mano y entro conmigo en el edificio. Violeta puso nuevamente su autornóvil en marcha y desapareció.

Solamente la veo cada vez que viene a recoger a su hija que pasa los fines de semana con nosotros, siempre y cuando NeeI, que es un pintor reconocido, no tenga ninguna exposición. No Somos amigas, porque hablo muy poco con ella. Sólo puedo decir que es una mujer extraordinaria, que siente por nuestro hijo un cariño especial pues casi siempre le trae algún presente>>.

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